Imposible.
La sentencia es inequívoca. No pueden organizar ustedes la fiesta
aniversario por el duelo nacional que estamos viviendo, ello lo impide.
Escudriñamos su rostro pero en vano, resulta impenetrable. Una
fotografía del capitán general sonríe duramente en su escritorio como
diciéndonos: ¡ninguna concesión! Hay que
darles guaraca señores!
Y en la muchachada había como nunca el deseo de juntarse, bailar,
celebrar después de largo tiempo sin oportunidad.
La muerte de un alto uniformado como que había provocado la prohibición
de manifestaciones y la convocatoria
parecía francamente inconveniente, mas aún falta de decoro y delicadeza
para nuestros uniformados. Pero, hagásmosla en otro local pensamos como
solución y partimos a a recorrer varios: de los trabajadores de ferrocarriles,
del sindicato de panificadores y el de una junta vecinal, todo esfuerzo en
vano; resultaban inconvenientes para
tamaña fiesta. Pero como no estamos solos pedimos instrucciones con nuestro
sindicato, contamos la situación y la respuesta rápida fue “nada que ver con el
argumento del ejecutivo- fuera de foco y extemporáneo; cuenten con el visto
bueno por supuesto para una actividad del personal. El duelo oficial había
terminado hace días y celebrar una fiesta con el acontecimiento de la empresa
era una esperada forma de alegría con todos los estamentos que de una u otra forma no compartíamos.
Volvimos pues a la carga, por algo estábamos representando a toda la
gente, era necesario jugarse las últimas cartas, con argumentos, diálogos….al
final humo blanco pero con una condición: deben procurar música suave,
respetuosa, alguien podría tildar el jolgorio del cumpleaños en una muestra de
sedición. Cualquier inconveniente, mal entendido, podría hacer volar las cabezas
de dos delegados entusiastas.
Con cautela pedimos al hombre de la música a quien llamábamos como Totó y
su órgano, que la partida fuera lenta y suavemente, que no nos acusen de faltos
de respeto, burlescos o demasiados alegres.
Se empezó a juntar la gente, todos muy entusiasmados, luciendo sus
mejores tenidas. Llega el aperitivo, sabrosón, invitando a la conversación,
suave música incidental, saludos y abrazos cuando aparece el gran jefe, serio e
inquisitivo, con su fino bigotillo, la mirada inspectiva revisando todo el
escenario. Nos miramos con Rigo-estamos transpirando –es la emoción- y llega el
momento clave, le hacemos la decisiva seña al Toto y parte la fiesta!
Toto mira atrás al tipo de la lotería quien pareciera sordo y enajenado
pues golpea la batería de una forma impresionante dando comienzo a la tremenda
cumbia “un año más”….todos salen a bailar mientras me parece ver rodar dos
cabezas al redondel que todos entusiastan pisan…..¡qué decibeles!
Vienen las rondas de empanadas, las brochetas de carne, los tragos, la
alegría está que arde, las parejas se multiplican, nadie quiere perderse la
cueca, el tango, la cumbia y bueno….el bolero para los eternos romanticones-el
ambiente es verdaderamente explosivo.estamos en el momento peak celebrando con
mi compadre-uuuffff!que tremendo trabajo ha provocado todo esto, problemas pero es un
tremendo éxito , pero cuidado! Vemos aparecer el “cabece de ajo”, gotas
escurren por su frente, tiene una sonrisa de oreja a oreja, está un tanto
chispeado y algo raro....sonríe!, se nos viene encima literalmente pero para abrazarnos
atropelladamente y nos dice emocionado:
¡ésta era la fiesta que yo quería pues! – (se escucha un sonoro PLOP!)- Pailones…..y
cómo no se nos ocurrió a nosotros!!
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