“TANTO
EL ESPOSO COMO LA ESPOSA DEBEN CUMPLIR CON LOS DEBERES PROPIOS DEL
MATRIMONIO. NI LA ESPOSA ES DUEÑA DE SU PROPIO CUERPO, PUESTO QUE
PERTENECE A SU ESPOSO. NI EL ESPOSO ES DUEÑO DE SU PROPIO CUERPO,
PUESTO QUE PERTENECE A SU ESPOSA. POR LO TANTO NO SE NIEGUEN EL UNO
AL OTRO”
(1
COR. 7, 3-5 )
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