Los abuelos y los nietos preferidos
Por Ángela Marulanda,
Autora y Educadora Familiar
Según los abuelos, ellos no prefieren a ninguno de sus nietos y a todos los quieren por igual. Pero según los hijos y los nietos, sí lo tienen y todos coinciden al señalar quién es. Aunque a menudo hay un nieto o nieta a quien se le dan prerrogativas especiales, a los abuelos les es difícil reconocer que hay alguna diferencia, porque quieren mucho a todos y creen que al aceptar una preferencia están afirmando que no aman suficientemente a los demás.
El problema no es de cantidades de amor. Así como el amor por cada uno de los hijos es distinto porque ellos son distintos, lo mismo ocurre con los nietos. La personalidad, los rasgos físicos, los intereses, el carácter o el simple hecho de ser el mayor de los nietos o el hijo de su hijo o hija predilecto, puede ser la razón por la cual los abuelos se sienten más apegados o tienen más afinidad con un determinado nieto o nieta. Pero hay abuelos que demuestran sus preferencias en forma muy obvia y hacen mejores regalos o tratan con más afecto a aquel nieto o nieta que los cautiva, mientras que son algo distantes con los demás. Lo grave de estas diferenciaciones es que, para los nietos que no se sienten los preferidos, lo evidente no es que sus abuelos aman más a otro de sus hermanos o primos, sino que a ellos los aman menos.
Las preferencias no son injustas en sí. Lo injusto es no reconocerlas para poderlas manejar sin ir a perjudicar a los demás. A veces, el nieto o nieta preferida es precisamente aquel que es el mejor dotado, lo que quiere decir que los favoritismos van dirigidos a aquel que es más bonito, o más inteligente, o más simpático o más afectuoso. Pero es precisamente aquel niño o niña que no es tan bonito, tan amable, tan sobresaliente o tan afectuoso, el que más necesita del apoyo y de la aprobación de quienes le rodean, y a la vez quien por lo general menos demostraciones positivas recibe. Los abuelos pueden convertirse en el "oasis" para aquel de sus nietos que parece ser el que goza de poco reconocimiento positivo en su familia y aun entre sus familiares. Es posible que siendo especiales con ese niño o niña le estén dando la dosis de seguridad y afecto que le hace falta para sentirse mejor consigo mismo y ser mejor acogido en su grupo familiar.
Hay además preferencias que se originan en factores con los que los niños nada tienen que ver y por lo tanto están fuera de su alcance modificar. Por ejemplo, la niña se parece a alguien que nos desagrada (la consuegra, el yerno), es tímida, es fea, está muy gorda, o simplemente llegó en un mal momento para la familia. Vale la pena que los abuelos se cuestionen y con toda honestidad examinen cuál es la razón de su preferencia. Esto les puede ayudar a darse cuenta que quien necesita su apoyo no es quien goza de mejores atributos sino precisamente quien no tiene tantas ventajas.
Tener alguna preferencia no es un pecado
Cuando los abuelos se empeñan en negar una preferencia (que para todos es evidente) es porque se sienten culpables y suponen que tal actitud es una deformación de su amor. Pero los nietos sí perciben las diferencias que los abuelos niegan con sus palabras, pero que corroboran con sus actitudes. Lo grave de esto es que, en su afán por disimular su predilección, los abuelos tratan de justificarse, enfatizando las grandes cualidades y virtudes de quien es su preferido, a la vez que señalando los defectos o los errores de quienes no lo son. Con estas justificaciones, sin quererlo, les dan a entender a estos últimos que no son suficientemente valiosos como personas y que por esto no merecen tanto afecto.
Es normal y humano sentir más atracción hacia un determinado niño, pero lo inapropiado es demostrar esa predilección sin cautela, haciendo una clara diferencia entre éste y los otros nietos. Lo importante no es luchar contra un sentimiento innato y difícil de modificar, ni tratar de justificarlo porque se empeora la situación. Lo que se necesita es tomar conciencia de esta "debilidad" y admitirla para poder equilibrar las conductas y evitar las injusticias. No hay por qué sentirse culpable de sentir una afinidad especial por uno de los nietos, pero si hay que estar atento a nuestras demostraciones para evitar herir a aquellos que no gozan de tal predilección. Aunque el amor por los nietos no tiene que ser necesariamente igual, sí debe procurar serlo el trato que se les dé, cualquiera que sean sus características personales. Es el amor que reciban el que cultivará en ellos los buenos sentimientos y el afecto hacia los demás, incluidos sus abuelos.
Los abuelos tienen tanta bondad, generosidad, afecto y sabiduría para aportar que vale la pena que todos sus nietos, no sólo aquellos que estén más cerca de sus afectos, se puedan beneficiar de sus maravillosas cualidades.
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