martes, 12 de mayo de 2020

-* Mi ambiente de vida espera mi concurso y compromiso.

La imagen de la familia, nuestra iglesia doméstica es nuestro primer ambiente donde sembrar nuestra esperanza, hacer nuestro trabajo, entregar los valores, renovarse, alentando, reinventado, trabajando y amando.


Para nosotros mismos es conveniente partir nuestra acción por casa, los más inmediatos, trabajar con cariño, mostrar al Señor entre los nuestros y en cada uno de ellos ver siempre su rostro bendito que nos ayuda a seguir y a perseverar; también es bueno contar nuestro testimonio, diciendo que es posible, sabemos que la mejor publicidad es la que se hace de "boca en boca". Por ello es clave el conocerse a sí mismo para partir. Descubre lo que tienes que ofrecer, no pienses en lo que te gustaría poseer. Los talentos personales, que son prestados y de los cuales se nos pedirá cuentas, hay que trabajarlos, cultivarlos y ojalá multiplicarlo ya que "no todos servimos para todo pero todos servimos para algo". Siempre hay algo que puedas aportar: tiempo, creatividad, ilusión, contactos. Entre todos nos podemos complementar y todos aprendemos de todos. Lo mismo de comunicar nuestras escuelas de formación, estamos aprendiendo en los nuevos medios de presentación a distancia, es un poco complicado pero con entusiastas como el Seba y otros jóvenes (de corazón incluso) es posible.
Por esto es que nuestra acción evangelizadora es clave para los que tenemos cerca, los integrantes de esta "iglesia doméstica" partiendo por nuestro cónyuge; empezamos a conocernos durante mucho tiempo, seguimos enfrentando la vida paso a paso con los hijos que llegaron, y la "yapa de los nietos". Hemos aprendido mucho de ellos, han pasado más de cincuenta años y todavía nos estamos conociendo, entendiendo y amando. Allí también nuestros hermanos, nuera, yernos y demás familiares.  

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