Don Ramón, señor, adelante.....
Tengo
que guardar la imagen de los colegas que participamos por años en el
trabajo de nuestro banco. Lo rememoro en su hogar, con su habitual humor,
serio pero muy alegre y muy respetuoso. Se había ganado la buena
voluntad de todos y el respeto en general.
Mensualmente
llegaba a la oficina la tienda viajera que recorría las sucursales y
que exibía ropa de cama, trajes, abrigos y todo lo que una multitienda
ofrece. Firmabas algunas letras y mensualmente íbamos pagando las
letras. El aviso de la visita de la tienda llegaba con anticipación para
prepararse a las necesidades de las familias. Muchas veces alcanzaron
los cónyuges aprovechando las ofertas que traían propiciando "el
enganche" para nuevos clientes.
Siempre
en la tarde llegaban los bultos y paquetes: colgadores, exibidores y
empezaba la venta y la oferta. Siempre el mejor maniquí de la oficina
era nuestro buen amigo Ramón; se probaba una chaqueta, un abrigo o un
terno; se miraba en el espejo, se paseaba mientras todos atentos
aparecían las tallas del respetable:
Chis!
"el coleguita" no falla, siempre se prueba todo y no compra
jamás......y las risas del personal......y el muy serio miraba a los
divertidos colaboradores y muy serio como enojado preguntaba:
¿quién
fue? era la clave para seguir la algarabía.
Nos hicimos muy amigos. Era un personaje brillante. Sencillo y diría humilde.
Lo
conocía más que los demás dado que me tocaba preparar las
remuneraciones mensuales con los aportes a la Caja de Previsión, el
Seguro si correspodía, y la larga lista de descuentos legales. Uno de
ellos era para su cónyuge y que consistía en un buen porcentaje del
sueldo lo que disminuía considerablemente su cheque. Pero con su pareja,
quien trabajó en una gran empresa se las arreglaban bastante bien.
Tenían que dedicarse a cuidar al nuevo hijo que tenían con todo el
cariño del mundo.
¿Vamos
a tomar onces a casa? me dijo un día, y la invitación me alegró, había que conversar un poco más. ¡Vamos pues encantado!.
Me gustaba escuchar sus
historias de sus otras oficinas y siempre preparaba una sonrisa en el
momento. Saludábamos, y nos sentábamos a reirnos un rato, de pronto me
hacía un guiño y levantando la voz:
¡Señora
por favor dos sánguches para la mesa tres! lo que provocaba una llamada
de atención de ella:
Amor, usted sabe que "no me gusta que me pida así mire que esto no es un
negocio........"¡ y siempre ella lo llamaba "amor"!
Un
dia se fué para el norte. No lo vimos más; alguien comentó que había
muerto de un ataque al corazón. Hasta ahí llegó "el coleguita", un
hombre bueno, era como un niño: sencillo, alegre y creativo.
Hoy estas
lineas son para tí Ramón Zuñiga Céspedes querido.
Una sonrisa y varios recuerdos de aquellos tiempos, que no volverán.
Chirimoyo
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