miércoles, 1 de enero de 2020
* -Abuelo...¡llegó tu hora!
Porque los hijos son como la plastilina, que vamos moldeando mediante nuestro testimonio de vida, para que esos pequeñines desarrollen todo el potencial que tienen… Insulte a su mujer; no se case con ella, sino que vivan en concubinato; trátense con gritos y ofensas; no esté pendiente de la educación de sus hijos, entregando esa responsabilidad indelegable a docentes u otras personas ajenas al hogar; etc. ¿Qué piensa usted puede salir con estas actitudes?… Los resultados ya los estamos viendo, con familias que cada día caminan más y más de espaldas a Dios, buscando sólo su interés personal y a los demás, que se los coma el tigre… Ningún niño nace malo, son la consecuencia de nuestras acciones. Y esto lo digo, NO para crear ningún sentimiento de culpa, pero SI para crear conciencia sobre la responsabilidad que deben asumir los padres, quienes están llamados a pasar la página del comportamiento irresponsable y asumir la función que el mismo Dios le delegó, al darle el título de “padre y madre”… ¿Cuántos hogares en los que no se busca la superación? ¿Cuántas familias divididas y fragmentadas por empeñarse en buscar “poder, tener y placer”, a toda costa? ¿Cuántos niños que no conocen a Cristo, que es amor, perdón y misericordia, porque sus padres no tienen tiempo para Dios?... Dejo constancia de que no estoy hablando de comprarle cosas para mantenerlos ocupados, sino de darles tiempo, el nuestro, el mejor, el más valioso. Y justo allí, es donde entran los abuelos, esos seres que ya el tiempo les ha debido dar la sabiduría, para dejar actitudes negativas que tenían cuando eran simplemente padres… Es cuando empezamos a entregar el mando, sí, ya no mandamos, sino que obedecemos al mandato de amor que hemos debido cultivar en el jardín de nuestro corazón y de nuestra familia, resumido en ser testigos del amor de Dios… Como nos dice el Papa Francisco en la Bula “El rostro de la misericordia”: “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado” (2)… Todos los cristianos tenemos un nuevo compromiso, de testimoniar con mayor entusiasmo y convicción la propia fe (4). Y, ¿cómo podemos hablar de lo que no conocemos? Porque Cristo es como las matemáticas, que solo se aprenden, al practicarlas… Así que, vamos todos a deponer las armas de esta guerra sin cuartel que tenemos de unos contra otros. No sigamos moldes de personas vacías y huecas que solo piensan en cosas materiales y tangibles, o en las ansias de poder… Abuela(o) llegó tu hora. No importa que andes golpeadito por el paso de los años, sigue dando lo mejor de ti de manera alegre, siempre y en todo momento, porque eres modelo de vida para esos pequeños seres que necesitan conocer el amor de Cristo, reflejado en cada uno de ustedes. Gracias a Dios.
Anaco – Estado Anzoátegui
VENEZUELA
29 de julio de 2015
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