"Don insolencio" gustaba de jugar al billar, tenía sin duda "dedos para el piano".
Su curiosa y peculiar forma de tomar el taco, lanzar el humo de su cigarrillo “como por el colmillo”, de medir las distancias de las bolas con su ceja en profundo desdén, de provocar el choque para lograrlo con espectación pero con cierto desaire, prepotencia y desgano, mostrando como sin querer queriendo, un verdadero show.-, Hacía de insolencio una delicia toda esa “mise en scene”, los gestos de su cara, el humo de su boca, el guiño de su pestaña y el desdén de su actitud.
Y el público que casi extasiado observaba el efectivo golpe de carambola que suscitaría este negro y hábil jugador. Entre los integrantes de esta "familia miranda", se encontraba un entusiasta militar uniformado que con técnica y personalidad especulaba la dirección de la mejor finta y proporcionaba comentario oportuno de la jugada en cuestión.
Rápidos y certeros movimientos, se sucedían uno tras otros, dando vueltas alrededor de la mesa de paño verde. Hasta que- en una difícil y arriesgada trama, se coloca insolencio con el taco desplegado y casi acostado en la mesa con el dedo meñique y moviendo la pestaña hace una seña de “muévete cabriola” sin mediar palabra. Repite la señal……nada….. vuelve a mover el dedo y el cigarrillo en la comisura de sus labios y sin despedir la dibujada cenizas del cilíndrico nicotinoso que reafirmaba dominio, hasta que incorporándose cual largo era se dirige al "fan" que le sigue mirando extasiado ¡ohh maestro! y le espeta fastidiado con un mohín que hacen todos los maestros del mundo:
“te dije ........pinsiete...y o te corrís o te meto en el hollo hasta con la gorra".
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