El gran secreto: perseverar.
Dicen
que el Infierno está sembrado de buenos propósitos. Es decir que muchos
de los que allí padecen las llamas del abismo son personas que en vida
hicieron muchos buenos propósitos pero que, no los cumplieron, o al
menos quizás comenzaron por un tiempo a cumplirlos, pero luego
abandonaron lastimosamente.
Y es que la perseverancia en el bien es fundamental para la vida cristiana. En realidad la perseverancia es útil para todo, puesto que nada logrará quien no persevere en sus fines.
También el Señor se muestra muy benigno y generoso para con quien persevera en las buenas obras y en la oración, puesto que Dios no suele conceder ordinariamente grandes gracias y favores sino a quien se los pide con insistencia y perseverancia.
Debemos fortalecer nuestra voluntad para continuar en la empresa que hemos comenzado. Si es algo bueno, debemos continuar con perseverancia hasta coronarlo con el éxito.
Nuestra voluntad muchas veces está flaca y voluble, de modo que se nos hace muy difícil perseverar en lo que hemos emprendido, perseverar en la oración, perseverar en gracia de Dios, etc. Por eso se suele decir que fracasan más las personas por la poca voluntad y perseverancia, que por falta de inteligencia, poder o riquezas.
Ejercitamos nuestra voluntad haciendo pequeños sacrificios, pequeñas renuncias, y así nos vamos negando a nosotros mismos y la voluntad se va haciendo fuerte; y ayudada con la gracia de Dios, puede lograr metas realmente magníficas, quizás no a los ojos del mundo, pero sí son logros muy grandes a los ojos de Dios.
Es cierto que los dolores y contrariedades de la vida intentarán hacernos desviar del camino, que bajemos los brazos, que dejemos de intentar. Pero está en nosotros que no nos rindamos, sino que, confiados en la ayuda de Dios y en nuestra voluntad, avancemos siempre más por el camino emprendido.
Perseverancia en el bien, en la verdad, en el trabajo, en el estudio, en la familia, en la gracia de Dios, perseverancia en alcanzar la santidad.
Hagamos así e inclinaremos a Dios en nuestro favor. Y teniendo a Dios con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?
¡Ave María y adelante!
Y es que la perseverancia en el bien es fundamental para la vida cristiana. En realidad la perseverancia es útil para todo, puesto que nada logrará quien no persevere en sus fines.
También el Señor se muestra muy benigno y generoso para con quien persevera en las buenas obras y en la oración, puesto que Dios no suele conceder ordinariamente grandes gracias y favores sino a quien se los pide con insistencia y perseverancia.
Debemos fortalecer nuestra voluntad para continuar en la empresa que hemos comenzado. Si es algo bueno, debemos continuar con perseverancia hasta coronarlo con el éxito.
Nuestra voluntad muchas veces está flaca y voluble, de modo que se nos hace muy difícil perseverar en lo que hemos emprendido, perseverar en la oración, perseverar en gracia de Dios, etc. Por eso se suele decir que fracasan más las personas por la poca voluntad y perseverancia, que por falta de inteligencia, poder o riquezas.
Ejercitamos nuestra voluntad haciendo pequeños sacrificios, pequeñas renuncias, y así nos vamos negando a nosotros mismos y la voluntad se va haciendo fuerte; y ayudada con la gracia de Dios, puede lograr metas realmente magníficas, quizás no a los ojos del mundo, pero sí son logros muy grandes a los ojos de Dios.
Es cierto que los dolores y contrariedades de la vida intentarán hacernos desviar del camino, que bajemos los brazos, que dejemos de intentar. Pero está en nosotros que no nos rindamos, sino que, confiados en la ayuda de Dios y en nuestra voluntad, avancemos siempre más por el camino emprendido.
Perseverancia en el bien, en la verdad, en el trabajo, en el estudio, en la familia, en la gracia de Dios, perseverancia en alcanzar la santidad.
Hagamos así e inclinaremos a Dios en nuestro favor. Y teniendo a Dios con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?
¡Ave María y adelante!
De: Santísima Virgen <sitioweb@santisimavirgen.com. ar>