Mis viejos coleguitas de la sección Cuentas Corrientes en la querida Oficina de San Miguel, sonriendo al futuro. Estamos por el sesenta y ocho a finales. Un abrazo a mis viejitos jubilados.
Bueno, llegó la fecha para cumplir con mis controles de salud. Yo le llamo "del niño sano" pues toda la vida corresponde hacer una revisión de la máquina personal para prevenir, anticipar, ayudar aquellos especiales lugares que nos indican una probable "falla de material".
Debía prepararme consumiendo un litro de agua antes de ir al recinto salud. Saqué bien la cuenta de los tiempos que debía cumplir y me fui con mi botella del líquido. Me iba tomando en el camino y considerar más la espera, tenía todo clarito.
Llego al sexto piso y con decisión me presento en el mesón de atención. Entrego la orden médica agregando que he cumplido con el requisito de beber un litro de agua.
-Señor, ¿sabe? tiene un problema.
-¿Qué?, no tengo ninguna dificultad, tengo hora, cumplí la condición y estoy con el tiempo necesario.
-No, la verdad es que estamos "sin línea" mi caballero.
-¡Ahh, ustedes tienen un problemas entonces!.
-Quizás espere, venga más tarde, La norma nos indica que debe acompañar el comprobante de pago antes del examen.
Entonces le ofrezco esta solución: le doy un cheque por el monto, si quiere, le dejo mi cédula de identidad y al regreso me la devuelve, por último le hago una transferencia.
Pero señor, regrese entonces al primer piso y exponga su problema para que lo autoricen en breve. Me voy corriendo, el tiempo apremia y el líquido empieza a molestar un poco. Llego, pregunto y me hacen una contra pregunta:
¿Y quién lo mandó para acá? hasta sonríen (este viejito anda más perdido que el mentado Teniente Bello). Como que entiendo que estoy en la obra del "compra huevos" a menos que me quieran ver...como reacciono, a mis años.
Vuelvo al ascensor: está repleto, espero pero no, no hay caso.
Me voy corriendo subiendo los seis pisos, mi entrenamiento en Sewell se nota a pesar de mis años pues. No voy muy contento, quizás más preocupado de la increíble burocracia que nos tiene en vilo.
La veo, está sonriendo y me voy directamente a ella. Usted señorita me ha enviado al primer piso, allá se sorprendieron y me preguntaron ¿Quién lo envió a perder su tiempo?
Regreso, el ascensor repleto, espero pero nada; debo correr, míreme señorita, transpiro con el ejercicio. aunque usted a lo mejor ni lo crea, "soy un tipo de la tercera edad", imagínese si sufriera del corazón o de...qué se yo. Por esto, yo no me muevo de aquí, tengo lista mi vejiga, el "chichí" está llamando. Si por esta emergencia me orino, le advierto que será sin querer, es más, seguro que correrá por todo este hall y que todos vean como ha sido de deferente su trato conmigo.
¿Y saben amigos queridos? no me dio ninguna vergüenza, tenía que decir la verdad y la expuse con claridad certera.
Las veo correr, no saben que hacer. Allí viene otro capítulo, prepárense. Levanto la voz lo más que puedo y les pregunto:
-¡Quiero hablar con el jefe! ¡aquí, AHORA, YA! Cómo es posible que nadie solucione un problema trivial de una falla que ustedes tienen y que debo seguir esperando quizás hasta que hora.
Aparece una mujer joven, agradable: ¿Qué le sucede don Enrique, mi caballeeero.
Reacciona instantáneamente: Me lo atienden de inmediato, que no espere, pase a su examen. Allí aproveché: ¿sabe? las entiendo son las órdenes y hay que cumplirlas pero (aquí me aproveché de hacer un resumen) les di no una sino tres soluciones, me mandaron al otro piso, como corría el tiempo me vine por la escalera, son seis pesos, no tengo la agilidad de antes. Así no puedo esperar más.
Discúlpenos señor, le encuentro toda la razón. pase adelante por favor, después vemos el asunto del pago. Adelante.
Ingreso sacando pecho. es que no quiero mearme en vivo y en directo, me dan cosas... pero si tú amigo querido, no hablas, te meas no más. No te respetan. No se atreven a hacer excepciones por fuerza mayor. No...
Entré, me atendieron justo, justo.
Medio minuto más, habría hecho la diferencia.
¿Y saben? me sentí muy contento, antes en una situación como ésta, me ponía colorado, me daba una tremenda vergüenza y me colocaba tartamudo.
Ahora, maduro y viejo, nada me asusta, uso los argumentos de cada caso y no aguanto atropellos. Siempre hay que hablar con los encargados, los jefes, para eso están, para solucionar los problemas, atajar goles.
Hay que exponerles los argumentos con respeto y claridad. No se aguante en hablar sus peticiones justas.
Perdonen lo poco...